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Ecuador ha enfrentado una serie de desafíos significativos en materia de seguridad, donde la creciente ola de crimen organizado y la violencia han capturado la atención tanto a nivel nacional como internacional.
En los últimos tres años, el país ha sufrido una crisis de seguridad que se ha agravado, evidenciada por un alarmante aumento en la tasa de homicidios, alcanzando niveles sin precedentes.
El reciente ataque violento a la embajada dominicana en Quito, ocurrido el día de ayer, resalta la gravedad de la situación. Este episodio se suma a un contexto de frágiles instituciones democráticas y problemas estructurales de larga data que han alimentado la desconfianza en el estado de derecho. La falta de acceso a derechos económicos y sociales ha generado protestas y ha impulsado a un creciente número de migrantes y solicitantes de asilo a buscar mejores condiciones en el norte.
Las elecciones presidenciales del 15 de octubre, que culminaron con la elección del empresario y exasambleísta Daniel Noboa, de Acción Democrática Nacional, también fueron testigos de esta violencia latente. El asesinato del periodista y exasambleísta Fernando Villavicencio, quien aspiraba a la presidencia, marcó un sombrío recordatorio de los peligros que enfrenta el país.
Con la nueva administración a cargo, la esperanza es que se implementen estrategias efectivas para enfrentar la creciente inseguridad y restaurar la confianza en las instituciones. Sin embargo, el camino hacia la estabilidad parece aún distante en medio de una crisis que afecta a todos los sectores de la sociedad ecuatoriana.
