En el último año, las redes sociales han sido el escenario principal de un creciente problema de imágenes sexualmente explícitas generadas por inteligencia artificial (IA). Este fenómeno ha llevado a un escándalo reciente que involucra a la famosa cantante Taylor Swift, quien ha sido víctima de la proliferación de deepfakes pornográficos que utilizan su imagen de manera engañosa.
Estos deepfakes han causado alarma no solo entre los seguidores de Swift, sino también en los sectores de la ciberseguridad y la ética digital, especialmente porque los estudios globales destacan que las mujeres son las principales afectadas por estos contenidos manipulados.
La cantante Rosalía también ha sido objeto de este fenómeno. En una denuncia reciente, la artista española informó sobre la aparición de un deepfake que distorsionaba su imagen para crear contenido explícito. A través de sus redes sociales, Rosalía ha condenado enérgicamente este tipo de abusos y ha llamado la atención sobre la necesidad de medidas más efectivas.
Aunque plataformas como X han implementado políticas de «tolerancia cero» para combatir el contenido falso, la realidad muestra que estos esfuerzos son insuficientes. A pesar de la eliminación de cuentas responsables de compartir deepfakes, estos contenidos tienden a reaparecer en otras cuentas o plataformas, complicando el control y la erradicación de estas imágenes manipuladas.