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La Cámara de Cuentas enfrenta una preocupante falta de postulantes para sus cargos. A pesar de la importancia de esta institución, que juega un papel crucial en la fiscalización del uso de recursos públicos, el proceso de selección ha quedado prácticamente desierto.
A solo una semana de iniciadas las inscripciones para aspirar a la Cámara de Cuentas, se observan el proceso como “un poco lento”. Esta percepción se debe, en gran parte, a la escasez de aspirantes dispuestos a cumplir con los rigurosos requisitos establecidos por la legislación. Entre estos, la obtención de certificaciones de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) que confirmen la inexistencia de deudas fiscales, así como un historial limpio de antecedentes penales, se destacan como los más desafiantes.
La elevada exigencia de estos requisitos puede estar desalentando a posibles candidatos, lo que plantea una interrogante: ¿son realmente necesarios tales filtros para garantizar la idoneidad de los aspirantes? Si bien es fundamental asegurar que quienes ocupen cargos en la Cámara de Cuentas tengan una trayectoria intachable, el exceso de formalidades puede resultar en una reducción significativa del interés y la participación ciudadana en estos procesos.
Es importante encontrar un equilibrio entre la transparencia y la accesibilidad. La burocracia no debería ser un obstáculo para quienes desean contribuir al bienestar público. Si el objetivo es fortalecer la rendición de cuentas y la transparencia, se debe fomentar la participación, no desincentivarla.
El lento avance en el proceso de inscripción para la Cámara de Cuentas no solo refleja la falta de aspirantes, sino también una necesidad urgente de revisar y, posiblemente, ajustar los requisitos actuales. La clave estará en crear un sistema que combine altos estándares de integridad con la inclusión de una mayor cantidad de voces dispuestas a servir.