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En República Dominicana, las bancas de lotería parecen multiplicarse como un fenómeno incontrolable.
Las cifras no coinciden ni siquiera entre los actores clave: mientras el Ministerio de Hacienda reporta más de 71,000 bancas registradas, Fenabanca asegura que el número de ilegales podría superar las 100,000.
Este desorden administrativo y fiscal ha permitido que miles de bancas operen al margen de la ley, afectando la economía nacional y generando un debate cargado de acusaciones.
Los legisladores en el centro de la controversia
La problemática de las bancas ilegales se intensifica al descubrir que algunos legisladores dominicanos están directamente vinculados al negocio.
Según denuncias de la Federación Nacional de Bancas de Lotería (Fenabanca), un senador y un diputado operan más de 1,000 bancas de apuestas fuera de la legalidad, eludiendo millones de pesos en impuestos mensuales.
El diputado Juan Carlos Echavarría Milané, representante de Santo Domingo por el PLD, es señalado por manejar 613 bancas ilegales a través de su empresa Negosur.
Esta operación irregular genera pérdidas de más de 3 millones de pesos al Estado cada mes.
Por otro lado, el senador Eduard Espiritusanto Castillo, de La Romana y miembro de la Fuerza del Pueblo, está acusado de administrar 515 bancas sin regulación, sumando otra pérdida millonaria para el fisco.
Estas denuncias no solo afectan la percepción pública sobre la industria, sino que también cuestionan la ética de los funcionarios electos que deberían garantizar la legalidad en sus respectivos sectores.
Un negocio lucrativo, pero desordenado
El entramado de las bancas de lotería en República Dominicana refleja un sistema que, pese a los esfuerzos de regularización, sigue siendo un terreno fértil para irregularidades y privilegios.
La falta de cifras exactas y el involucramiento de figuras públicas, como diputados y senadores, en actividades cuestionables levantan, serias preocupaciones sobre la capacidad del Estado para garantizar transparencia y justicia.
En este escenario, las voces que exigen un cambio resonarán con fuerza, mientras el país observa cómo un gigante sin control afecta tanto la economía como la confianza en las instituciones.
Este es un debate que no puede ser ignorado.