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El presidente de Rusia, Vladímir Putin, celebró este martes un cuarto de siglo en el poder absoluto, tras asumir la presidencia en 1999 y consolidar un régimen autoritario que ha marcado profundamente la historia reciente del país. En su mensaje de Año Nuevo, Putin destacó los logros alcanzados, aunque reconoció que aún queda “mucho por hacer”. Sin embargo, el mensaje fue escueto respecto al conflicto en Ucrania, que cumple tres años en febrero y sigue siendo una fuente de tensión tanto interna como internacional.
Putin recordó cómo Rusia, cuando asumió el poder de manos de Boris Yeltsin, estaba al borde del precipicio, y destacó que ha restaurado el orgullo imperial de los rusos tras la caída de la Unión Soviética en 1991. En sus primeras declaraciones de Año Nuevo, manifestó confianza en el futuro del país, refiriéndose a los logros de su administración y a la certeza de que “todo marchará bien”.
El presidente ruso, reelegido en marzo para un nuevo mandato de seis años, ha logrado centralizar el poder en su persona, adoptando un modelo de gobierno absolutista y estableciendo una relación estrecha con la Iglesia Ortodoxa. Esta centralización se intensificó tras 2012, cuando Putin transformó su régimen en uno cada vez más personalista. La reforma constitucional de 2020, que le permite permanecer en el poder hasta 2036, consolidó su control absoluto.
A pesar de los logros, su mandato también está marcado por desafíos significativos. La guerra en Ucrania, que Putin había anticipado como una rápida victoria, se ha convertido en un conflicto largo y costoso que ha expuesto las debilidades tecnológicas de Rusia y la corrupción dentro de sus fuerzas armadas. Además, la sublevación armada del jefe del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, en 2023, mostró las fisuras dentro del régimen, aunque la rebelión fue sofocada con la muerte de Prigozhin.
En el plano internacional, Putin ha mantenido su postura desafiante hacia Occidente, confiando en la retirada de Estados Unidos de Afganistán como una señal de que las potencias occidentales no intervendrían en Ucrania. Sin embargo, su estrategia se ha visto frustrada, con la guerra en Ucrania revelando la obsolescencia de las fuerzas armadas rusas y un aislamiento creciente en el ámbito global.
A nivel interno, el régimen de Putin ha enfrentado crecientes críticas por su autoritarismo, la represión de opositores como Alexei Navalny, y el control estricto sobre el espacio cultural y educativo. Los opositores al conflicto y los jóvenes críticos con el gobierno han sido marginados, mientras que los veteranos de la guerra en Ucrania son vistos como un nuevo “proletariado” nacionalista.
El régimen también se ha visto afectado por errores dentro de los servicios secretos rusos, con incidentes como el atentado islamista de marzo y el asesinato de un alto general que causaron la ira de Putin. Aunque su poder sigue siendo formidable, las fisuras en su gobierno se están volviendo más evidentes, lo que plantea interrogantes sobre la estabilidad de su régimen a largo plazo.
A pesar de estos desafíos, Putin sigue siendo el líder indiscutido de Rusia, con un poder que sigue siendo difícil de cuestionar, pero que enfrenta una realidad más compleja y difícil de manejar, tanto en el frente interno como en el internacional.
