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El teniente general Igor Kirillov, jefe de las fuerzas militares de defensa nuclear, biológica y química de Rusia, fue asesinado el martes en Moscú por una bomba oculta en un patinete frente a su edificio de apartamentos. La explosión también mató a su asistente. El ataque ocurrió un día después de que la agencia de seguridad de Ucrania, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), presentara cargos criminales contra Kirillov por su presunto papel en el uso de armas químicas en la guerra de Ucrania.
Un funcionario anónimo del SBU afirmó que la agencia ucraniana fue la responsable del atentado, describiendo a Kirillov como un «criminal de guerra» y un «objetivo completamente legítimo». Este ataque, que se llevó a cabo con un dispositivo de activación remota, dejó una escena impactante: ventanas destrozadas y escombros por toda la zona. Las imágenes del lugar, que fueron proporcionadas por el SBU, muestran a dos hombres saliendo del edificio antes de la explosión.
Un objetivo estratégico para Ucrania
Kirillov, de 54 años, ocupaba el cargo desde 2017 y había sido sancionado por varios países, incluidos Reino Unido y Canadá, debido a su rol en la invasión rusa de Ucrania. En su posición, Kirillov fue uno de los principales acusadores de Ucrania, lanzando múltiples declaraciones sobre el uso de agentes tóxicos y la planificación de ataques radiactivos por parte del ejército ucraniano, acusaciones que Kiev y sus aliados occidentales rechazaron y calificaron de propaganda.
Un día antes de su asesinato, el SBU abrió una investigación criminal contra él, acusándolo de ordenar el uso de armas químicas prohibidas. El ataque fue percibido como un acto de justicia por parte de Ucrania en el contexto de la guerra, aunque Rusia ha negado el uso de armas químicas y ha acusado a Ucrania de emplear agentes tóxicos en combate.
Reacción de Rusia
Las autoridades rusas han reaccionado con firmeza, calificando el asesinato de Kirillov como un acto de terrorismo. La principal agencia de investigación de Rusia ha iniciado una investigación y prometido represalias contra Ucrania. Dmitry Medvedev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia y aliado cercano del presidente Vladimir Putin, denunció el ataque como un intento de Kiev para desviar la atención de sus fracasos militares y prometió que los responsables enfrentarían un castigo inevitable.
Historia de ataques selectivos
Este atentado se inscribe en una serie de ataques selectivos que han afectado a figuras relevantes tanto en Rusia como en las zonas ocupadas por Moscú en Ucrania. En 2022, Darya Dugina, hija de un destacado ideólogo nacionalista ruso, fue asesinada en un atentado con coche bomba que se cree estaba dirigido a su padre, Alexander Dugin. En abril de 2023, Vladlen Tatarsky, un bloguero militar pro-Kremlin, fue asesinado en un ataque similar.
En diciembre de 2023, Illia Kiva, un exlegislador ucraniano prorruso, también fue asesinado a tiros cerca de Moscú. Las autoridades ucranianas celebraron su muerte, señalando que otros «traidores» de Ucrania compartirían un destino similar.
Consecuencias y tensión creciente
La muerte de Kirillov subraya el nivel de la guerra encarnizada que se libra no solo en el frente de batalla, sino también a través de ataques dirigidos a figuras clave. La tensión entre Rusia y Ucrania sigue siendo alta, con ambos bandos intercambiando acusaciones sobre el uso de armas prohibidas y llevando a cabo ataques selectivos que muestran lo lejos que están dispuestos a llegar en su enfrentamiento.
El asesinato de Kirillov, lejos de ser un incidente aislado, refleja la escalada de violencia en el conflicto y el uso de tácticas extremas por parte de ambos lados en un escenario bélico que parece no tener fin.