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El origen del término Fata Morgana, se remonta a las leyendas medievales artúricas. Morgana Le Fay (Morgana el Hada), hermanastra del Rey Arturo, era conocida por sus poderes mágicos e ilusionistas. Según la mitología, Morgana, utilizando sus hechizos, creaba espejismos en el estrecho de Messina, atrayendo a los barcos y marineros hacia su perdición.
Científicamente, el Fata Morgana es un fenómeno óptico que ocurre cuando existen capas de aire a diferentes temperaturas. Esta diferencia térmica provoca una distorsión de la luz, generada entre el aire frío del mar (o de una superficie) y el aire más caliente que se encuentra encima, actuando este último como una lente refractante que desvía los rayos luminosos.
El Fata Morgana es, por tanto, un tipo de espejismo en el que los objetos parecen elevarse, en lugar de reflejarse hacia abajo como suele ocurrir en los desiertos o carreteras. Generalmente, este fenómeno se manifiesta sobre superficies acuáticas o de hielo.
De manera análoga, en la República Dominicana puede observarse un fenómeno similar en la inversión pública. Recientes declaraciones del ministro de Hacienda, Magín Díaz, señalan que el nivel de inversión pública en el país es muy bajo, y debe ser aumentado, lo que resulta preocupante para una economía que busca consolidar su desarrollo.
Como ha expresado el Sr. ministro, en una economía de inspiración keynesiana, que es la que debería prevalecer, resulta fundamental impulsar la inversión pública como motor de crecimiento. En la actualidad, Republica Dominicana, enfrenta grandes retos globales y algunos desaciertos internos, lo que ha impactado su potencial de crecimiento, reduciendo el mismo en casi un 50%, con una expectativa para 2025, que apenas se estima entre 2.5% y 3%, según fuentes locales y organismos internacionales.
Una parte esencial, para robustecer el sistema de inversión pública, radica en la forma y eficiencia con que se gestionan, las compras y contrataciones de las instituciones Estatales.
Con frecuencia, desde el ejecutivo y demás estamentos gubernamentales, se anuncian con “bombos y platillos”, la celebración de procesos de licitación, con miras a ejecutar grandes inversiones de obras de infraestructura, así como para la adquisición de bienes públicos. Pero, al igual que en el Fata Morgana, se crea el espejismo de que esos proyectos serán ejecutados. En la práctica, muchos terminan cancelados sin motivos claros, y otros quedan atrapados en un ciclo interminable de enmiendas, prórrogas y retrasos, que se repiten una y otra vez y cuando finalmente son adjudicados, a veces seis u ocho meses después, los presupuestos iniciales ya se encuentran desfasados, lo que genera nuevos problemas y agrava aún más la ya debilitada inversión pública.
Todo esto evidencia un grave problema de gestión institucional, que podría mejorar significativamente, si los comités de compras y los peritos responsables, aplicaran con mayor rigor, los principios de planificación, transparencia y eficiencia administrativa, establecidos en nuestras leyes.
De nada sirven los anuncios publicitarios, ni las celebraciones por la aprobación de nuevos proyectos, si en la práctica, gran parte de ellos nunca llega a ejecutarse. Tampoco resultará eficaz promulgar nuevas leyes o reglamentos, si al final, los objetivos de incremento de la inversión pública, que todos tanto anhelamos, se quedan en simples promesas: una Fata Morgana económica que se desvanece justo cuando más se necesita.
Las instituciones públicas, la Dirección General de Compras y Contrataciones y los demás organismos responsables de la gestión de las compras del Estado están en la obligación de redoblar esfuerzos para destrabar los taponamientos burocráticos que entorpecen los procesos. De no hacerlo, nuestra economía continuará resintiéndose, afectando aún más los bolsillos de los dominicanos y profundizando la ya maltrecha expectativa de crecimiento nacional, no solo ya para este 2025 en su tercio final, sino hacia el provenir.
“En la batalla, la valentía y la lealtad son las virtudes más valiosas”.
Sir Thomas Malory, La muerte de Arturo.








