Durante las décadas de 1950 y 1960, se consolidó como una figura central del cine europeo, participando en producciones emblemáticas como La mujer y el pelele, El desprecio, ¡Viva María! y El testamento de Orfeo. En esa etapa, fue vista como un símbolo de sensualidad y modernidad, marcando tendencias más allá de la gran pantalla.
Bardot comenzó su trayectoria artística como bailarina de ballet y, a los 18 años, dio el salto al cine con Le Trou normand (1952). En 1954 inició su experiencia en Hollywood, donde coprotagonizó Un acte d’amour junto a Kirk Douglas, en un contexto en el que las actrices europeas aún tenían escaso reconocimiento.








